El desarrollo del hidrógeno en Europa atraviesa un momento de incertidumbre. Brais Armiño, experto en combustibles sintéticos, advierte que la falta de un marco regulatorio claro está provocando retrasos, cancelaciones e indecisiones en proyectos clave.
“Hay mucha noticia de cancelaciones, de postergaciones, de indecisiones y sobre todo mucha negatividad por parte de gente del sector”, manifiesta en diálogo con Strategic Energy Europe.
El especialista sostiene que el continente dispone de la capacidad técnica y empresarial para avanzar, pero que el obstáculo es político y subraya la falta de transposiciones nacionales de normativas europeas como la RED III. Según su análisis, “nadie va a consumir hidrógeno siendo más caro que otras moléculas sin tener una obligación a hacerlo o un incentivo”.
Las empresas, mientras tanto, se encuentran en una situación de parálisis: sin un marco previsible que asegure demanda de hidrógeno, los proyectos se frenan por la dificultad de justificar inversiones multimillonarias.
Pese a que se conocen muchos anuncios de retrasos o cancelaciones en otros países como España, también existen operaciones relevantes en el mercado, como el contrato en Alemania para el suministro de 6.000 toneladas de hidrógeno RFNBO.
Son las compañías más sólidas o con visión de pionero las que deciden seguir adelante, apostando por ganar experiencia y posicionamiento estratégico incluso asumiendo mayores riesgos económicos.
El experto señala que la verdadera reducción de costes no vendrá ya de los electrolizadores, que se han vuelto competitivos, sino de la experiencia en EPC, costes indirectos y contingencias.
Recomienda impulsar proyectos en cementeras y petroquímicas, incluso de 20 a 30 MW, donde el impacto en el producto final es bajo pero se gana escala y aprendizaje.
El experto destaca que Iberdrola lidera el desarrollo en España, junto con otras firmas como Lhyfe en Europa. También resalta la instalación de hidrogeneras en Madrid sin esperar ayudas, lo que posteriormente les permitió acceder a apoyos oficiales por demostrar liderazgo.
Certificaciones de origen y variedades de hidrógeno
El debate sobre la certificación del hidrógeno es otro punto sensible. Armiño indica que a varios desarrolladores de estos proyectos les preocupa la comercialización mediante certificados de garantía de origen.
La Unión Europea ha comenzado a dar mayor protagonismo a la producción de hidrógeno bajo en carbono, incorporándolo en las licitaciones. La tercera subasta de hidrógeno, por ejemplo, prevé la participación de proyectos que combinen hidrógeno renovable y low carbon, lo que abre la puerta a un espectro más amplio de iniciativas y tecnologías dentro del mismo marco de apoyo.
“Creo que la estrategia de combinar low carbon y RFNBO es la que mejora el resultado”, asegura, al tiempo que considera que ambos tipos de hidrógeno tendrán espacio en el mercado y permitirán rentabilizar proyectos.
La visión de Armiño encuentra respaldo en los últimos datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). El organismo revisó a la baja en un 25% el potencial de producción de hidrógeno de bajas emisiones para 2030, debido a retrasos en proyectos, altos costes y falta de infraestructura. El informe advierte que se necesitará mayor acción política para cumplir con los objetivos climáticos y evitar que el mercado se estanque.
Comparado con otras regiones, Europa corre el riesgo de perder protagonismo. En Latinoamérica ya se produce hidrógeno a 5 €/kg sin subsidios, nivel similar al europeo con ayudas públicas. “Es muy posible que la producción se desplace fuera de Europa, porque no hay tanta sensibilidad ni tanto burocratismo”, advierte, aunque considera que el mercado global será lo suficientemente grande para absorber la oferta de todas las regiones.
Finalmente, el especialista recuerda que la transición no puede detenerse por la coyuntura. “Las necesidades siguen siendo las mismas. La gasolina y el gas natural tienen los días contados porque son recursos finitos”, concluye Armiño, convencido de que la descarbonización se alcanzará hacia 2050 o 2060, aunque con un camino más lento de lo esperado.
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